
Me volví mamá… y mi deseo se espantó (o se escondió). Ya no sé dónde está.
Tal vez te ha pasado: amas ser mamá, te sientes profundamente agradecida por tu bebé, pero cuando te miras al espejo... no te reconoces en tu deseo. El erotismo, el juego, esas ganas de conectar desde lo íntimo, se sienten como un recuerdo lejano. Y no es porque no ames a tu pareja, sino porque la maternidad lo cambia absolutamente todo: tu cuerpo, tus hormonas, tu ritmo, tu identidad completa, la relación con tu pareja.
A mí me pasó. Con mi primera hija y con mi segundo bebé. Ambas experiencias maravillosas, pero también profundamente distintas.
Recuerdo con claridad ese momento en que me di cuenta: mi cuerpo ya no se sentía mío. Mi pecho, que antes era una zona erógena, un lugar de placer y juego, de pronto se convirtió en algo intocable. No por decisión racional, sino porque mi cuerpo simplemente lo declaró: "esto es solo para el bebé". Era el cuerpo que le daba calor, alimento, cariño, protección. Era su cuerpo, no el mío.
Y si mi cuerpo pedía algo más, no era erotismo precisamente. Pedía descanso, pedía comida, pedía poder ir al baño con privacidad y calma (¡qué lujo, ¿verdad?!). Esas eran las prioridades reales, las urgencias de mi cuerpo en ese momento.
Mi pareja me acariciaba como siempre lo había hecho, con la misma ternura, la misma intención... pero yo sentía algo completamente diferente. No sentía lo que sentía antes del embarazo, ni siquiera lo que sentía durante. Era un cuerpo desconocido, con sensaciones nuevas, extrañas. Y las ganas, el deseo... simplemente no estaban ahí. No era que no quisiera a mi pareja. Es que yo no me encontraba a mí misma en ese cuerpo.
Hoy quiero hablarte de corazón a corazón sobre por qué el deseo muchas veces se esconde en esta etapa, y cómo poco a poco —sin prisa, sin culpa— puedes volver a reencontrarte con esa parte tuya que también necesita sentirse viva, femenina y deseante.
1. Los retos lógicos (y biológicos) de la maternidad
Después del parto, tu cuerpo atraviesa una verdadera revolución hormonal. No es exageración: es un tsunami interno. Durante el puerperio, toda tu energía biológica y emocional está volcada en el cuidado y supervivencia de tu bebé.
La prolactina, esa hormona que hace posible la lactancia y fortalece el vínculo con tu bebé, también pone el deseo sexual en pausa. Es la forma que tiene tu cuerpo de decirte: "ahora no es momento de procrear de nuevo, estamos ocupadas en otra cosa".
Y a esto súmale:
- El cansancio extremo (ese que nunca imaginaste que existía)
- Las noches sin dormir (o con ese sueño fragmentado que no descansa nada)
- Los cambios corporales que a veces cuesta reconocer, aceptar o simplemente habitar
- La sensación constante de no tener ni cinco minutos para ti misma
Todo esto no es un defecto tuyo ni una falla. Es la inteligencia natural de tu cuerpo protegiendo una transición vital enorme. El deseo no desaparece por falta de amor, está en pausa para que puedas sostener esta etapa.
2. Maternidad, sexualidad y erotismo: una integración compleja
Uno de los desafíos más profundos de esta etapa es integrar dos identidades que parecen chocar: ¿cómo puedo ser madre —esta figura de cuidado, nutrición, ternura, entrega— y a la vez sentirme erótica, deseante, sexual, juguetona? ¿Cómo conviven esas dos energías en el mismo cuerpo?
Durante un tiempo, simplemente no conviven. Y está bien. Tu cuerpo está en modo protección, contención, cuidado. Pero a medida que pasan los meses y tu cuerpo poco a poquito se recupera, algo más necesita despertar: el permiso emocional para volver a sentirte mujer, no solo mamá.
El problema es que en medio de la rutina —entre pañales, trabajo, pareja, cansancio— tú te diluyes entre todos esos roles. Te conviertes en mamá, pareja, cuidadora, organizadora... y te olvidas de ti misma como mujer que también tiene cuerpo, piel, deseos propios.
La sexualidad no desaparece; solo se repliega, esperando un espacio seguro donde volver a respirar.
3. Diferentes etapas, diferentes deseos
El deseo no es lineal, y en la maternidad cambia con cada fase:
- Puerperio (primeras 6-8 semanas): El deseo está casi ausente. Tu cuerpo sangra, se recupera, duele. Todo tu ser necesita descanso y contención. Facilidades: ninguna. Obstáculos: todo (y está perfectamente bien). No es momento de erotismo, es momento de sanación.
- Lactancia primaria (primeros 6-12 meses): La prolactina sigue alta y el deseo puede seguir bajo. Tu cuerpo está entregado a nutrir. Facilidades: cuando el bebé duerme siestas más largas, puede haber breves ventanas. Obstáculos: cansancio acumulado, pechos sensibles, sequedad vaginal, sentirte "usada" por el bebé todo el día. Si decides ir por la lactancia prolongada como yo, también son otros retos
- Crianza temprana (1-3 años): El cansancio y la carga mental son protagonistas. Facilidades: tu cuerpo empieza a sentirse más tuyo, hay más tiempo entre tomas/cuidados. Obstáculos: agotamiento mental, falta de espacio personal, dificultad para "cambiar el chip" de mamá a mujer.
- Cuando el bebé crece (3+ años): Empiezas a recuperar espacios propios. Facilidades: más autonomía del niño, más tiempo para ti, tu cuerpo se siente más reconocible. Obstáculos: hábitos instalados de distancia, rutinas que no incluyen intimidad, reconectarse después de tanto tiempo.
El punto no es "volver a ser la de antes", sino descubrir quién eres ahora, en esta piel nueva, en esta versión de ti que nunca antes existió.
4. No se trata de forzarte: se trata de darte espacio
El deseo no regresa con culpa, ni con esfuerzo, ni con ese "debería sentir ganas". Regresa cuando te das espacio para ser tú, más allá del rol de madre.
Espacio para respirar. Para estar contigo. Para reconectar con tu cuerpo sin exigencias ni funciones. Para sentirte mujer antes que mamá o pareja. Solo desde ahí, cuando vuelves a reconocerte, el deseo empieza a despertar.
4 rituales para transitar de "mamá" a "mujer deseante"
Estos no son pasos obligatorios, son invitaciones suaves y SIMPLES para ayudarte a cambiar de energía, de rol, de piel. Pequeños rituales que le dicen a tu cuerpo: "ahora vuelvo a mí".
1. El ritual del baño consciente (10-15 minutos)
Después de acostar al bebé, date un baño o ducha con intención. No para "limpiarte las manchas del día", sino para volver a habitar tu cuerpo.
- Pon una vela, música suave o aceites aromáticos
- Toca tu piel como si la redescubrieras (no con prisa, con curiosidad)
- Mientras el agua corre, imagina que se lleva el rol de mamá y te devuelve a tu cuerpo de mujer
- Al salir, ponte algo que te haga sentir bien en tu piel (no ropa de dormir de mamá, algo que tú elijas para ti)
2. El ritual de los 5 sentidos (5 minutos)
Antes de encontrarte con tu pareja (o contigo misma), despierta tus sentidos para salir del modo "automático":
- Vista: Mírate al espejo y di algo amable sobre ti
- Olfato: Usa un perfume que te guste, no el que usabas antes, uno que sea de esta nueva versión tuya
- Tacto: Ponte crema en las manos, cuello, piernas —con calma, sintiendo la textura
- Oído: Pon una canción que te conecte con tu energía sensual (la que sea, sin juicios)
- Gusto: Un chocolate, un té especial, algo solo para tu placer
3. El ritual de "cerrar la puerta" (literal y simbólico)
Cuando el bebé duerme, cierra la puerta de tu habitación (aunque sea solo simbólicamente).
- Respira profundo 3 veces
- Di en voz alta o mentalmente: "Ahora soy [tu nombre], no solo mamá"
- Apaga el monitor un momento si es seguro, o déjalo en la mesita (no en tu mano)
- Enciende una luz diferente (no la de siempre), cambia la energía del espacio
- Este es tu espacio ahora, aunque sea por 20 minutos
4. El ritual del "tiempo de despertar" (progresivo)
No esperes que el deseo aparezca de golpe. Cultívalo de a poco:
- Semana 1: Solo tócate el cuerpo sin expectativas, reconociéndolo
- Semana 2: Lee algo erótico, ve algo que te despierte (sin obligación de hacer nada después)
- Semana 3: Baila sola en tu cuarto, mueve tu cuerpo como tú quieras
- Semana 4: Si sientes el impulso, permítete un encuentro contigo misma o con tu pareja, pero desde el placer, no desde el "deber"
Si este tema tocó algo en ti, te invito a seguir explorando conmigo otros videos sobre deseo, amor y vínculo. Porque ser madre no significa perder el deseo, sino redefinirlo desde un nuevo lugar, más consciente, más real, más tuyo.
No te apures. No te juzgues. Date el tiempo que necesites.
✨ El deseo no se fue, solo está esperando que vuelvas a buscarlo... con calma, con ternura, con paciencia contigo misma.